SOCIALISMO, IGUALDAD Y ENVIDIA
SOCIALISMO, IGUALDAD Y LA ENVIDIA
Este es el cuarto artículo sobre el Socialismo y sus errores no sólo en España sino también en el resto del Universo. El problema es siempre el mismo, entender el significado de la libertad, esa libertad que significa ausencia de coacción arbitraria o de obstáculos para la acción que permite gozar pacíficamente de la independencia privada. Como destacaba Hayek, nuestra fe en la libertad no descansa en los resultados previsibles en circunstancias especiales, sino en la creencia de que, en fin de cuenta, dejará libres para el bien más fuerzas que para el mal.
Cuando se trata de imponer la igualdad, con la excepción de la Miembra que no quiere que los embriones sean personas y puedan ser iguales a los demás y tener el derecho a nacer, los resultados pueden ser casi perversos y pueden llevarnos a la envidia. La Miembra, bueno y el Presidente del reino de España, tienen la pretensión de que la meta de toda actuación política debería consistir en eliminar todas las fuentes de descontento. O sea, pretenden asumir la responsabilidad de que nadie gozara de mayor salud, ni dispusiera de un temperamento más alegre, ni que conviviera con esposa más amable, ni engendrará hijos menos dotados que ningún otro ser humano, que los padres no fueren padres, los matrimonios no fueran matrimonios, los hijos fueran hijos, etc.
Hayek manifiesta que si en verdad todos los deseos no satisfechos implican el derecho a acudir en queja a la colectividad, la responsabilidad individual ha terminado. Una de las fuentes de descontento que la sociedad libre no puede eliminar es la envidia, por muy humana que sea. La envidia, según las palabras de J.Stuart Mill, la debemos tratar como la más antisocial y perniciosa de todas las pasiones. Un mundo en el que la mayoría pudiera impedir la aparición de todo lo que no fuera de su agrado sería un mundo estancado y, probablemente, un mundo decadente.
El origen de la envidia, nos dice A. De Jasay en su libro El Estado, es el carácter envidioso, no un puñado manejable de la incontable multitud de desigualdades; la envidia no desaparecerá una vez que se hayan incendiado todos los castillos, el mérito haya reemplazado al privilegio y todos los niños hayan sido enviados a las mismas escuelas. Ningún esfuerzo por hacer más triste a la sociedad la hará lo suficientemente triste como para suprimir la envidia. Hayek nos dice que si valoramos a una sociedad libre es imperativo que no toleremos la envidia, ni sancionemos sus demandas camuflándolas de justicia social, sino que la tratemos como la más antisocial y perversa de todas las pasiones. La justicia social, como la condescendencia hacia otras formas de hedonismo político puede afirmarse que es antisocial, proclive a conducir a la corrupción de la sociedad civil por parte del Estado y a una deformación peligrosa de ambos. Si eliminar la envidia es un objetivo valioso, ¿nos comprometemos a reducir la desigualdad?
En un articulo Hal R Variam, “Envy and Efficiency”, se refiere a la simetría del tratamiento el trato desigual y el conflicto entre la inexistencia de envidia y la eficiencia. Define la envidia como la preferencia de alguien por los recursos de algún otro y la equidad, Un sacrificio de la eficiencia permite que se equiparen los recursos, es decir puede abolir la envidia. Si el esfuerzo es un bien negativo, cabe que sea posible compatibilizar la eficiencia con la equidad, pues la gente puede no envidiar unos mayores recursos si para ganarlos se exige un mayor esfuerzo. El punto significativo para nuestro propósito es que todas las desigualdades se reducen sólo a la desigualdad de los recursos. Mediante la equiparación de recursos podemos eliminar la desigualdad, por lo tanto la envidia, aunque pueda haber un objetivo opuesto más o menos poderoso que anule el valor de la inexistencia de envidia.
En defensa de las desigualdades, Nozik, en Anachy, State and Utopia, ofrece el ingenioso argumento de que la envidia realmente es amour progre herido, y que si alguien se siente herido en cuanto a algo (baja puntuación, el dinero que gana) encontrara otras desigualdades (habilidad lingüística, elegancia) donde ostentará la mayor puntuación. Si el Estado, para reducir la envidia elimina una dimensión de la desigualdad, la autoestima buscará comparaciones a lo largo de las restantes dimensiones. A medida, continua Nozik, que disminuyen las dimensiones, menores serán las oportunidades de que un individuo pueda utilizar válidamente como base para la autoestima una estrategia de atribución no uniforme de importancia que conceda un mayor peso a la dimensión en la que su puntuación es superior.
De Jasay nos dice que el incendio del castillo, el desmoronamiento de grandes fortunas, o la apropiación del dinero del rico y su transferencia al pobre provocarán satisfacción en el envidioso, pero sólo mientras dure el drama del movimiento de un estado de cosas al otro. Una vez que todos los castillos hayan sido quemados no pueden ser quemados de nuevo. Si la desigualdad es un mero gatillo y el origen de la envidia estriba en la condición de ser envidioso, ¿qué sentido tiene combatir las desigualdades susceptibles de igualación cuando siempre hay muchos más que no lo son?
Agustin Villanueva
Profesor de Deontología Periodística y Comunicación
2010 / 03 / 21
5 comentarios
Irene Belmonte -
por lo que te leo , imagino que ya debes estar recuperado. Aunque no te he llamado, me he acordado mucho de tí y también de Beatriz.
Espero que tu obligado reposo no te sea pesaroso pues , por lo que leo sigues leyendo mucho... Maravilloso placer ! Me acabo de terminar, de nuevo, Il gattopardo. Empecé en italiano pero a medio camino tuve que reconvertirlo a mi lengua madre, pues tardaba demasiado tiempo, a pesar de ser consciente que perdía gran parte de la belleza del original...
Ahora quiero bucear en J. M Mill y Voltaire...
Besos y me alegra mucho recibir tus artículos,
Irene
Jesús -
Enhorabuena.
Victoria Rodriguez -
Un abrazo.
Victoria Rodríguez
Juan J. Sanchez -
Un abrazo.
J.J.
Nicolas Sanchez -
Un abrazo.
Nicolás.