LA LIBERTAD DE EXPRESION Y LOS MANIPULADORES
EDITORIAL DE “COLOQUIOS EN LIBERTAD ALICANTE”
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LOS MANIPULADORES
El periodista, o sea el profesional que utiliza los medios de comunicación social, debe tener claros y seguros los principios éticos. Y no sólo por su propio bien, sino también en la misma medida, por el bien de los demás; ahí reside su responsabilidad de la que no puede, no se debe, desprender mientras pretende ser fiel a su vocación y a su labor profesional. Bien entendido que esta afirmación se aplica a cualquier informador o portavoz que se dirija a un público. Pero porque cuando un informador o columnista, dependiendo del medio que escriba, hable o lo que sea, cuenta “su historia” de forma distinta; pero ya no solo cuando es opinión sino cuando es información. Es mi gran enigma después de 42 años metido en el mundo de los medios de comunicación. En opinión de Jean François Revel cuando se habla de opiniones, la expresión es libre, aunque sean falsas, injustas, odiosas, aduladoras, retribuidas, sinceras, hipócritas; si se habla de la información, si al proclamarse a sí misma “cuarto poder” la prensa se autoconfiere una especie de magistratura, entonces ella no puede estar a priori a favor o en contra del poder. Si resulta que la información es desfavorable al poder, la pública; pero también la pública en el caso contrario. Una redacción debe defender su independencia ante el poder político y ante los accionistas, pero no para hacer cualquier uso de ella. ¿Acaso el periodismo puede pretender ser el único grupo social del mundo que goza de un privilegio de independencia que no está limitado por ninguna regla técnica, profesional o deontológico, salvo la que dicta el periodista, su propia conciencia y de que él sería el único juez? Ya decía Robert de Jouvenel, ninguna profesión está tan desprestigiada como la del periodista (digo yo, en general, pues yo me considero periodista), ninguna es más adulada... Sin los medios de comunicación, los ciudadanos podrían confinarse en el individualismo a que nos impulsa la democracia igualitaria.
Cuando en mi Galicia Negra, donde mis paisanos luchaban mano a mano contra la peor ola de fuego de la historia de mi Tierra Cha, he reflexionado mucho sobre las maneras de informar, de las formas de dar opinión, de la manipulación, de los “caladiños afetados (sic)”, de los Manoliños, Susiños, etc., en que el mundo periodístico es amplísimo y en parte imprevisible, en el intrusismo, la libertad de expresión y en la falta de rigor mental. Manipular equivale a manejar, por ello el manipulador tiene un arma principal: el empobrecer la vida intelectual. En una brillante conferencia de Alfonso López Quintás, “La manipulación del hombre a través del lenguaje”, indica que las actitudes del manipulador son: el manipulador actúa con falsedad, el manipulador empobrece al hombre a fin de dominarlo fácilmente, el manipulador no se esfuerza en buscar la verdad sino en vencer al adversario, el manipulador no acepta el diálogo como medio clarificador de las ideas, el manipulador opera siempre a favor de corriente.
Julián Marías decía que cada día, en los periódicos, en los coloquios, en los programas de radio o televisión, se pueden contar mentiras evidentes, flagrantes, a las cuales no se pone coto ni rectificación. Esta inmunidad es particularmente grave; las mentiras se van acumulando, en algunos países se depositan unas sobre otras durante años, y perturban su realidad de manera que resulta insuperable. Y ocurre que la mentira es fácil de descubrir y mostrar. Basta enfrentarla con la verdad, con decir lo que ha ocurrido y ocurre, con ver la tergiversación o la ocultación de la realidad. Personas que tienen una vida pública, especialmente aquellas cuya personalidad consiste en eso, adquieren influjo, crédito y hasta a veces estimación porque no se muestra que su palabra es habitualmente vehículo de la falsedad. Si cada mentira, indica Julián Marías, tuviera la respuesta fácil y elemental de su confrontación con los hechos, quedaría inmediatamente desvirtuada, sería inoperante y nada peligrosa. Pero esto no se hace sino muy excepcionalmente.
Los medios de comunicación, y, por tanto, el informador sirven a la verdad haciendo de puente sólido y fidedigno entre un hecho noticiable y el público. Es verdad que la comunicación de la noticia requiere un gran esfuerzo, no es una vida fácil, pero, en compensación, como toda actividad creativa, en especial la que significa un servicio a los demás, ofrece un especial enriquecimiento. Declaraba Juan Pablo II que es necesario que el hombre de nuestro tiempo conozca las cosas plena y fielmente, adecuada y exactamente, y proclama que cuando una información así viene facilitada por los medios de comunicación todos los hombres se hacen partícipes... de los asuntos de toda la humanidad. Continuaba señalando que con vuestro talento y experiencia, vuestra competencia profesional, la necesaria inclinación y los medios que están a su disposición, podéis facilitar este gran servicio a la humanidad. Y sobre todo, con lo mejor de cada uno, deberán ser buscadores de la verdad, para ofrecerla a todo aquel que quiera oírla. Por tanto, hay que servir ante todo a la verdad, a lo que construye, a lo que mejora y dignifica al hombre. Desde una dimensión antropológica no reductiva, se puede ofrecer un servicio de comunicación que responda a la verdad profunda del hombre. Que las normas de la ética profesional hallen su sentido de convergencia con la Verdad; respetar la verdad, defender el legitimo secreto profesional, huir del sensacionalismo, tener en cuenta la formación moral, promover la convivencia en el legítimo pluralismo de personas, grupos y pueblos, serán unos buenos principios deontológicos de la profesión periodística.
No hay que olvidar jamás el principio elemental de que el totalitarismo no puede vivir más que gracias a la mentira y la democracia sobrevivir más que gracias a la verdad.
AGUSTIN VILLANUEVA
DIRECTOR DE “COLOQUIOS EN LIBERTAD ALICANTE” esRadio
2013/05 /02
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