IN AETERNUM JUAN PABLO VILLANUEVA
El día tres ha muerto un gran periodista y empresario de la comunicación, hombre clave del periodismo económico y un magnifico amigo. Conocí a Juan Pablo hace muchos años, así como cuarenta y cuatro años, era más joven que yo, pero tenía una menta privilegiada, él me enseño un camino a seguir en la vida. No se si con mucho acierto o no, por mi parte, pero lo que se es que me marcó profundamente, y hemos sido dos buenos amigos, yo diría que casi dos buenos hermanos. Gracias Juan Pablo, porque no solo me enseñaste un camino en la vida sino que me has introducido en el mundo de la comunicación, y como bien sabes ya nunca lo he dejado. Juan Pablo, como manifiesta el Papa, la vida eterna comienza ya en este mundo, aún dentro de la precariedad de las circunstancias de la historia en la medida en que nos abrimos al misterio de Dios y lo acogemos en medio de nosotros. Todo acaba, Juan Pablo, todos en este mundo estamos de paso, solo Dios tiene vida en sí mismo. Juan Pablo recuerdo que cuando un día hablamos de la muerte me impresionó que hablaras de ella como de la propia vida.
Juan Pablo fue un brillante alumno de los primeros tiempos del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra; Premio Extraordinario y Premio nacional Fin de Carrera , y a los 26 años director de Nuevo Diario. En 1976 dirigió la Actualidad Española; Actualidad Económica, Telva, Informe Diario, Expansión y la Gaceta de los Negocios. Hablaba de libertad, libertades y sistema de libertades, que eran un concepto, un deseo, una aspiración por la que valía la pena cualquier combate, hasta dejarse la piel a tiras por hacerlo realidad. Solía decir que somos periodistas para influir en la opinión pública, para garantizar y salvaguardar el sistema de libertades. Manifestaba que no le gustaba que se hablase de libertad de conciencia; decía que no era exacto, porque por lo que hay que luchar es por la libertad de las conciencias, para que cada hombre pueda pensar y actual libremente de acuerdo con su conciencia bien formada. En los demás veía almas.
Su sentido de la libertad y de los medios de comunicación podría estar de acuerdo con Jean Francois Revel cuando manifestaba que lo que distingue la prensa seria de la que no los es, es la proporción de exactitud, más o menos grande, que implica una información orientada. Los buenos periódicos dan prioridad a la exactitud, esforzándose en hacer la orientación, en primer lugar, defendible o, por lo menos, por así decirlo, invisible; y saben resignarse bastante a menudo a publicar informaciones susceptibles de desmentir sus interpretaciones preferidas. Los malos periódicos, por su parte, seleccionan, arreglan o alteran las informaciones de manera patente y torpe que sólo los espíritus sectarios, cuya única preocupación consiste en encontrar la confirmación de sus ideas fijas, soportan leerlos o mirarlos.
Tu maestro y el mío, Luka Brajnovic, nos decía que el periodista, tú lo eras por Academia y yo por practicarla, por el carácter mismo de su profesión, no debería ser nunca un hombre parcialmente humano. Su labor no es dirigida ni a los animales irracionales ni a los ángeles, sino a los hombres (a las almas, como solías decir) a los que no puede considerar menos íntegros, ya que cualquier apreciación sería como calumniar a la humanidad. Por eso su labor tiene que ser imparcial y su información independiente de sus pasiones, preferencias e inclinaciones. Si no fuera por nada más, tendría que serlo por el respeto a la dignidad humana. Respetar los derechos del hombre, expresar libremente la opinión que no daña, este es el campo de la libertad que un periodista consciente de sus deberes, defiende y propaga.
Retornando a Benedicto XVI, la muerte prematura de una persona que nos es querida supone una invitación a no detenerse viviendo de modo mediocre, sino a tender lo antes posible hacia la plenitud de la vida. El mundo considera afortunado a quien vive muchos años, pero Dios, más que a la edad, mira la rectitud del corazón. La misma muerte es portadora de un saludable amaestramiento, porque obliga a mirar a la cara la realidad, empuja a reconocer la caducidad de lo que parece grande y fuerte a los ojos del mundo. Frente a la muerte pierde interés todo motivo de orgullo humano y resalta en cambio lo que vale en serio. Querido Juan Pablo, la Iglesia llama dies Natalis al día de la muerte de un cristiano verdadero que lo eras tú. Gracias a nuestra fe en que resucitaremos, para nosotros la muerte es el paso a la Vida, abrir la ventana de una eternidad dichosa, cambiar de vestido pero no de ser, trocar la debilidad y el dolor en gozo rebosante. Tú me enseñaste, que uno muere como ha vivido. Hay que morir a uno mismo, para renacer a una vida nueva. Gracias Juan Pablo, In Aeternum.
Agustín Villanueva
Profesor de Deontología Periodística y Comunicación UMH
2008 / 11 / 12
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